Por Gabriel Fernández (conductor de «terapia de «Grupo»)
Cuantas cosas ¿no? Mientras el equipo argentino arrancaba el cotejo que terminaría en victoria sobre el vecino oriental, se iban conociendo nombres trascendentes para cargos importantes. Y también, acuerdos desesperados que sólo evidencian el ansia por generar deterioro.
Daniel Scioli ofeció la candidatura a vicepresidente a Carlos Zaninni, uno de los hombres de la mesa chica de la Presidenta de la Nación. Como si no bastara con pensar que la propuesta contaba con una bendición, Wado de Pedro indicó que la misma le parecía muy, pero muy, bien.
Este movimiento permite inferir dos perspectivas: por un lado, la decisión presidencial de ratificar a Scioli como un competidor propio en toda la línea, y por otro, el mensaje de serenidad hacia la sociedad: el kirchnerismo garantiza la continuidad de sus políticas centrales.
Ha de registrarse, por estas horas, un tono deliberativo en algunas zonas de la militancia kirchnerista y en grupos como Carta Abierta. Por lo que pudimos comprobar, no hay tantas dudas en la base social misma del espacio nacional popular, dispuesta a premiar las políticas desplegadas por más de una década.
Mientras todo esto ocurría, y el seleccionado uruguayo amenazaba con convertirse un hueso duro de roer, algunos amigos hicieron correr una hipótesis equilibrante: la de un Axel Kicillof como subcomando de Florencio Randazzo. La pregunta emerge con naturalidad. De no ser así: ¿Què hará en los próximos días el ministro de Transportes?
Por otro lado, a falta de mejores peronistas para mostrar, Martín Lousteau –que había sido ungido como titular de Economía por Néstor Kirchner y en lugar de sentirse agradecido por haber nacido, tras su vulgar gestión tomó distancia- pactó con una bandera de la honradez: el no-gastronómico Luis Barrionuevo, líder de una agrupación minoritaria que, humorísticamente, se denomina CGT.
Es curioso que algunos kirchneristas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires estén barajando la posibilidad de respaldar al joven motoquero para que “pierda Mauricio Macri”. Como si la elección santafesina no hubiera demostrado que, cuando los tiempos marchan en la dirección adecuada, es posible plantarse con éxito en zonas hostiles.
Efectivamente, con un socialismo en baja y un macrismo con techo bajo, el gran vencedor en proyección de los comicios en la bota argentina resultó Omar Perotti. El, Cristina, y una militancia tenaz que sostuvo una identidad política por encima de los desajustes electorales de poco tiempo atrás.
Volvemos al comienzo: la oposición comprendió; pretendiendo cuestionar, desde el PRO – UCR y desde el FR, coincidió en que si gana Scioli gobernará “La Cámpora”. Es un interesante comentario, con briznas de razón: no se trata del nucleamiento juvenil específicamente, que es agitado como fantasma ante zonas reducidas y añejas, sino de la continuidad de un Proyecto.
Los anuncios sociales de la presidenta de la Nación, destinados a mejorar la situación de los más humildes y por añadidura de todo el mercado interno, contienen algo más: la intención de dejar legislado un derecho. Este tipo de acciones sostiene y brinda volumen a una popularidad creciente.
Este panorama está sostenido por una realidad internacional atravesada por las definiciones (descripciones) planteadas por Cristina y el Papa Francisco hace apenas una semana en Roma. La multilateralidad habla del acierto de adoptar una postura independiente, no rupturista y tercerista por parte de nuestra nación.
Ha llegado un grato fresco al otoño argentino. Uno puede observar el presente y preparar unos mates mientras visualiza el movimiento de los árboles que van perdiendo sus hojas amarillentas. El combinado nacional, finalmente, venció por la mínima diferencia a su par uruguayo.
En las pantallas, las declaraciones de Messi suenan irónicas: “Menos mal, ahora estamos bien… si no, teníamos que empezar a sacar cuentas”.