Por: Gabriel Fernández (Conductor de «Terapia de Grupo»)
Vamos a señalar de entrada: la asombrosa vulgaridad con la cual varios medios y periodistas -quizás Gabriel Levinas sea su cumbre- abordaron el diálogo entre los gobiernos ruso y argentino, sólo contribuye a dar cuenta de la profunda debacle intelectual y argumental del liberalismo en nuestros territorios.
La trascendencia de este encuentro queda evidenciado en las temáticas de los acuerdos suscriptos. Pero no sólo allí. Una mirada adecuada desde el Sur nos puede permitir atisbar el panorama y entonces comprender qué representa la coalición a nivel planetario: hasta donde es un factor que exige una lectura integradora de otros espacios.
Los convenios involucran Reservas, una represa, una central nuclear, uranio, investigación científica, alimentos, defensa, comercio. Monedas. Y pronunciamientos específicos, mutuos, sobre Malvinas, Ucrania. El rol de la OTAN y sus sanciones. La negativa británica a dialogar. El lugar de la Unión Soviética en la Segunda Guerra. La evocación de Eva Perón.
Rusia está lanzada. Ha sacado conclusiones profundas de su historia. Aquél impulso conquistador se ha relativizado y aprendió a moverse con comodidad en un mundo con varias potencias equivalentes. Ya no exige a los potenciales aliados un lineamiento estricto: entendió que el respeto por identidades e intereses está vinculado al éxito de una gestión.
Por eso la expresión amabilidad fue utilizada en varias ocasiones por la Presidenta argentina. No se trata apenas de un gesto. Es el modo equilibrado, sin tensión de sojuzgamiento, utilizado en la misma elaboración de los acuerdos bilaterales. ¿Cómo es esto posible ante semejante disparidad de volúmenes en los Productos Brutos de cada uno de los concurrentes?
Es evidente que en ese aprendizaje, la nación euroasiática ha dejado de lado lejanas interpretaciones sobre el lugar de América latina en el mundo. Y también, valorado lo que cada cual tiene para ofrecer. Es ostensible, además, que la Argentina ha resuelto de una vez hacer valer su potencial geoeconómico y sus capacidades culturales.
Cristina llegó a Moscú con un bagaje a sus espaldas: la valoración de los planteos oficiales ante Naciones Unidas -Capital financiero vs Proyecto productivo, Medio Oriente, Atlántico Sur-, el desarrollo de una investigación tecnológica en zonas de alto impacto -espacial, nuclear- y la nunca ignorada trascendencia de la producción primaria local.
Entre los tres aspectos básicos el país logró hacerse un lugar de respeto ante China y Rusia, además de jugar un rol estratégico en la configuración del Unasur. Esto se debe al perfil nacional y popular intenso de la política interna y externa del gobierno que asumió los destinos sureños en 2003. No hubiera sido posible con otra orientación.
Ambas naciones se dispararon por fuera del corset que pretende la entente EEUU – OTAN. Sin hostigar ni declamar, salieron a construír acciones y vínculos según sus propios intereses, mucho más allá de la opinión de quienes controlaron el orbe por tantos años. Así están abriendo, de hecho, un sendero que otros van recorriendo con distintos ritmos y variados tiempos.
De allí que los acuerdos ruso – argentinos no damnifiquen ni escandalicen a los previos pactos chino – argentinos, como hubiera sucedido en otras instancias históricas. Antes bien, consultas muy sutiles nos indican que China, Irán, Venezuela, Bolivia, Ecuador, entre tantos, visualizan con satisfacción este paso plasmado fotográficamente en sonrisas cómplices de Cristina y Putin.
La reacción futura de una zona de la administración norteamericana puede resultar una nueva propaganda anti kirchnerista, dato previsible; pero el nubarrón que emerge en el horizonte está mucho más cerca. Es probable que Brasil, si no sale bien parado de su ajuste interno y si no comprende que la apertura del BRICS lo beneficiaría en proyección, se convierta en una traba.
Lo cierto es que este encuentro denota la afirmación de la multilateralidad planetaria. La diversidad de poderes es palpable y los poderes simplemente, son. Sólo es posible construir poder, especialmente en esta escala, valorando y potenciando lo propio; es decir, asentándose en el interés local. Y coaligándose en términos de relativo equilibrio con quienes admiten la existencia del mismo.
Rusia y la Argentina han logrado acuerdos satisfactorios. De ellos se desprende un mensaje más abarcativo y pleno: acá está el rumbo. Basta de controles unilaterales y de dominios verticales. Los países deben afirmarse en sus valores. Los grandes imperios necesitan advenir en grandes naciones. Lejos de un decrecimiento, eso puede ser un notable aprendizaje.
* Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Grafica FM 89.3