Un audio difundido en la mañana del viernes 19 de febrero en el que un referente importante del periodismo argentino, con larga militancia política, presidente de uno de los organismos más prestigiosos de derechos humanos, hacia llamativas declaraciones, se viralizó inmediatamente. Es que contaba que a partir de una situación familiar muy afectada por los casos de COVID, tomó la decisión de vacunarse para lo cual recurrió a su añeja amistad con el ahora ex ministro de salud de la Nación, el prestigioso sanitarista Ginés González García. Lo contaba hasta con un tono risueño, como que en ningún momento advirtiera la gravedad del acto del que había participado y que con su comentario estaba desatando un huracán. El joven periodista Ari Lijalad que lo entrevistaba y admira, quedó tan alelado que no reaccionó y aún felicitó. Horas más tarde, salido de un estado de estupefacción, condenó explícitamente la acción y el relato de Horacio Verbitsky.
La ingenuidad del discurso de un periodista y político avezado, desató todo tipo de interpretaciones conspirativas. La de una operación dirigida contra el ministro hasta ese entonces, fue una de la más frecuentada. Pero está claro que cualquier operación deja herido al destinatario e indemne al inspirador de la operación. No fue el caso. Conociendo a Horacio Verbitsky, cualquiera sabe que nada más lejano a su personalidad el de incinerarse a lo bonzo.
El Presidente Alberto Fernández, a diferencia de otras situaciones en que procedió distinto, actúo con decisión, pidiéndole la renuncia al ministro y bajando del avión que partiría a Méjico a colaboradores amigos que también se habían vacunado en el Ministerio de Salud de la Nación.
La magnitud de la onda expansiva fue una especie de salvataje involuntario a Horacio Rodríguez que había demostrado ese día, con la inscripción para la vacunación del segmento minoritario de los mayores de 80 años, una incompetencia sólo equiparable a la improvisación recubierta de marketing del esperado retorno a la presencialidad, pero no en forma de salto al vacío. Si sale bien, será la demostración que Dios, más que argentino es porteño.
En 1892, la cazatorpedera La Rosales se dirigía a España para participar de las ceremonias de los cuatrocientos años de la llegada de los españoles a América. A la altura de Cabo Polonio, a 200 millas de la costa uruguaya, en medio de un temporal, naufragó. Se carecía de los botes necesarios para salvar a la tripulación. Entonces el capitán Leopoldo Funes ordenó al contramaestre encerrar a los tripulantes, lo que hizo acompañado por la oficialidad, revólver en mano. El naufragio de la torpedera de mar Rosales, fue una tragedia marítima en la que sobrevivieron la mayor parte de los oficiales, pereciendo la mayoría de los tripulantes. Esto despertó las sospechas que lo que ocurrió no condecía con la versión oficial de los acontecimientos. Dos meses más tarde, el diario La Nación publicó las declaraciones de uno de los sobrevivientes, lo que causó estupor y espanto. La noticia puso al descubierto los hechos producidos en el barco al momento del naufragio. Ante la conmoción interna y externa, la Marina se vio obligada a reabrir el sumario y encargar la investigación exhaustiva de los hechos. Se hizo luego un juicio y el capitán y varios de sus colaboradores fueron condenados. Representó una de las manchas más ignominiosas en que se vio envuelta la Armada Argentina en el siglo XIX. En la Marina, las circunstancias del naufragio de la Rosales se dieron por cosa juzgada y se cerró todo debate o investigación sobre la tragedia.
En medio de una lucha mundial por el aprovisionamiento de vacunas, la Rosales reapareció de su naufragio para volver a naufragar. Ahí faltaban botes y los que se los apropiaron fueron el capitán y su oficialidad. Aquí faltan vacunas y un número de personas de diferentes actividades pero poderosos e influyentes se apropian de los “botes” para proteger sus vidas, antes de lo que les correspondería. Si además el que se beneficia es un hombre de izquierda, la situación se potencia, porque por una ética que no sólo debe proclamarse sino practicarse, sólo puede acceder al beneficio por derecha. Y es mucho más grave si el hecho desdoroso se perpetra bajo un gobierno nacional y popular.
Aquí amerita hacer una interpretación más macro. El capitalismo, como dijo Marx, arriba “chorreando sangre y lodo”. No previó el filósofo revolucionario que el socialismo real no iba a superar muchas de sus taras e incrementó otras. Pero aún en un sistema sin escrúpulos, hay algunas cosas que perforan la anestesia de las injusticias: robarle a un ciego sus limosnas, pegarle a un indigente, patear a un débil, maltratar a una embarazada, apropiarse de vacunas escasas. Y cuando hay millones de personas mayores de 60 años, encerradas esperando desesperadamente el pasaporte para un cambio de vida o para salvarla, vitales para las personas que se desempeñan en las actividades esenciales que van desde los integrantes del sistema sanitario a los docentes, pasando por las fuerzas de seguridad, muy lejos de acceder a la vacunación, los infiltrados en la cola producen un rechazo profundo, que es lo que ha manifestado en forma prácticamente unánime la ciudadanía.
Las consecuencias que implican al Ministro de Salud desplazado son impredecibles. Es fácil imaginar que los medios dominantes mantendrán el escándalo vivo el mayor tiempo posible, usando el método de goteo de los nombres de presuntos o reales beneficiarios del procedimiento irregular.
El macrismo accedió a sus más importantes cargos en un tortuoso itinerario de montarse sobre cadáveres. Mauricio Macri llegó por los votos a Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires pero abonó el camino sobre los 194 cadáveres de Cromañón. Un misil sobre el gobierno de Cristina Fernández fue el suicidio de Alberto Nisman, presentado como asesinato, para atribuir su instigación a la Presidente de entonces. El triunfo de noviembre del 2015, tuvo un clivaje en ese 18 de enero. Al momento del suicidio de Nisman, Macri marchaba tercero en las encuestas detrás de Daniel Scioli y Sergio Massa.
El vacunagate es posiblemente al gobierno de Alberto Fernández el equivalente al presunto asesinato de Nisman para el gobierno de Cristina Fernández. La diferencia es que aquel hecho era muy difícil de revertir en pocos meses por los poderosos intereses que se alineaban en un mismo sentido: medios del periodismo de guerra, oposición salvaje, fondos buitres, presión internacional, intereses políticos de EE.UU e Israel. Fue una canallada instigada y motorizada por el adversario-enemigo.
La actual crisis, la más seria del gobierno del gobierno de Alberto Fernández originada en fuego amigo, puede ser revertida posiblemente con una provisión abundante de vacunas y una vacunación exitosa. Si a eso se agrega a una mejoría notoria de la situación económica que seguramente se producirá si la segunda ola de la pandemia no se interpone en los próximos meses, todo a partir de un panorama social dramático. Vacuna, reactivación económica, trabajo y el changuito lleno sería el blindaje que diluiría el actual escándalo y permitiría al gobierno un amplio triunfo en las elecciones de medio término, fundamental para pasar a implementar medidas estructurales profundas. En caso contrario el panorama es incierto.
Enarbolar el discurso moral es propiedad generalmente de los grupos poderosos, de franjas influenciables de las clases medias, en sectores populares, que es una coartada para disimular sus trapisondas. Pero es cierto que tal vez en forma mayor que en otras sociedades, la transgresión social bordeando el delito, o el delito mismo está muy tolerado, por una práctica muy generalizada con diferente intensidad. Declaraciones impúdicas como las de Hugo Moyano, un dirigente meritorio en la representación de sus representados que considera que eso le da derecho a la impunidad, a explicaciones infantiles como vacunarse y vacunar a su esposa e hijo por presidir una obra social, justificar 500.000 dólares de su hija con la increíble minimización de “son dos mangos”; o sectores empresariales poderosos que consideran el país y a muchos de los gobiernos como integrantes de sus patrimonios. Incluso se puede observar en las débiles explicaciones dadas en este caso por los involucrados. Verbitsky escribió: “Mi vacunación en el Ministerio de Salud fue un error grave, del que me arrepiento, y por el que pido disculpas… Si lo hice y sobre todo, si luego lo conté sin que nadie me lo preguntara, es porque no advertí que fuera algo incorrecto, el ejercicio de un privilegio.” Es algo tan evidente que acceder hoy a la vacuna sin esperar el orden que corresponda es un privilegio, resulta imposible que Horacio no se diera cuenta. Sólo el disfrute de la influencia que es otra cara del poder y además exhibirla recuerda a algunos comportamientos durante el menemismo del cual Verbitsky fue un crítico duro, enconado y preciso. Aquel por el cual en los días de pizza y champagne, en el medio pelo, había gente que comía pollo pero necesitaba que lo vean como que eructaban caviar. La interpretación que parece más cercana a lo sucedido es que Clarín estaba por publicar la lista de los vacunados en forma irregular y el periodista intentó neutralizar el efecto adelantando su confesión. Fue un error de cálculo, una torpeza, increíble en un hombre de vasta experiencia, que prefirió una salvación individual antes que una salida en conjunto. El director de la radio EL DESTAPE, Roberto Navarro despidió a las pocas horas al autor de “Un mundo sin periodistas”.
En el caso del Ministro, en su renuncia escribió: “Aprovecho empero la oportunidad para reconfirmar sobre el motivo que trascendió, en tanto las personas vacunadas pertenecen a los grupos incluidos dentro de la población objetivo de la campaña vigente”
Parece no alcanzar a comprender que lo que descalifica el procedimiento no es que las personas vacunadas estuvieran en el grupo de riesgo sino la forma oculta, clandestina y privilegiada de la vacunación, fundamentalmente a personas del gobierno, influyentes, o con notable poder económico como el empresario Iglesias Aldrey , nada menos que en el propio Ministerio de Salud.
Si se hace públicamente, en un hospital como lo hizo Felipe Solá, el problema no existe. Como no existió cuando se vacunaron Alberto Fernández y Cristina Fernández. Luego es discutible quiénes de los funcionarios deben vacunarse o no. Eso debe determinarse en un protocolo a lo que se comprometió la actual Ministra de Salud Sandra Vizzotti.
Finalmente Verbitsky, aún en situación extremadamente débil, no puede evitar el uso de la demoledora ironía que maneja. Después de escribir: “Lo más decente que se me ocurre es reconocerlo y pedir perdón”, agrega: “El único consuelo es constatar cuánta gente digna y pura nos rodea y no nos habíamos dado cuenta”. Sin lugar a dudas, apunta a tanto hipócrita que vive abrigado en sus privilegios y son los primeros en vociferar gritos morales.
Nunca es digno hacer leña del árbol caído, más aún cuando se trata de gente de larga y meritoria trayectoria. Ginés González García es uno de los más grandes sanitaristas argentinos en la línea de Ramón Carrillo y Arturo Oñativia. Desde los medicamentos genéricos al plan Remediar; desde haber levantado derechos de la mujer en tiempos inhóspitos como la despenalización del aborto, al fortalecimiento en tiempos récord de pandemia del sistema de salud recibido totalmente desmantelado.
Horacio Verbitsky es un periodista de libros memorables como “Robo para la Corona”; su gigantesca obra en varios tomos de la Iglesia Argentina pasando por muchos de sus artículos reveladores en Página 12 ayer y del Cohete a la Luna hoy. Lo ocurrido es un baldón para ambos, pero es preciso reconocer sus méritos anteriores en una larga trayectoria. El daño producido por ambos al gobierno que uno integraba y otro apoya es enorme. Pero aún así no se debe tirar el niño con el agua sucia.
Una cosa es condenar duramente un hecho condenable y otro es autoflagelarse. Lo primero implica que no es lo mismo un gobierno nacional y popular con limitaciones y debilidades que una oposición brutal neoliberal, cuyo retorno sería una tragedia para el país y la mayoría de su población.
Esto que vemos en forma patética y visible sobre las vacunas, bajo una espesa niebla se hace diariamente en forma de subsidios a los poderosos, evasión fiscal, licitaciones amañadas, coimas, lavado de dinero, fortunas incalculables en guaridas fiscales. Pero eso está incorporado como normalidad. El gobierno de “Juntos por el cambio”, una verdadera empresa de demolición, hoy se presenta como los arquitectos de la reconstrucción futura. La mentira es su materia prima. Sandra Russo lo ha reflejado con potencia y claridad: «No renunció Aguad cuando perdió un submarino, no renunció Laurita Alonso cuando admitió en TV que no investigaba a la gente de su partido, no renunció Bullrich cuando sus gendarmes asesinaron a Rafael Nahuel, no renunció Píparo después de atropellar pibes y procurarse su impunidad. No renunció Garavano cuando se denunció que recibía a delincuentes en su despacho y armaba la destitución de jueces ‘molestos’. No renunció Triaca, tampoco Bergman. Menos el Toto (Caputo), cuando nos enteramos de que atendía por dos ventanas. Dujovne con el baldío, el Rabino que manda a rezar en los incendios, Rubinstein que deja vencer 4 millones de vacunas; Michetti con sus bolsos ocultos, el Gabinete Offshore, todos los que blanquearon. No renunció nadie cuando aparecieron los aportantes truchos de Vidal, tampoco cuando explotó una caldera en una escuela de la provincia y mató a dos laburantes… y podríamos continuar… No renunció Macri cuando le descubrieron las cuentas offshore, no renunció Vidal cuando robó identidades para lavar dinero, ni Larreta cuando pagó $3.000 por cada barbijo que compró.
No tienen autoridad moral para criticar nada. ¿Van a marchar ‘contra la corrupción’ estos tipos? ¿Estos hijos de su madre que robaron a cuatro manos? ¿Y nos vamos a deprimir? ¿Justo ahora que se abre la puerta del lawfare? ¿Quién votó a Verbitsky? Ginés se mandó un moco inaguantable. Fue. Pero paren con tirarse de las mechas. Templanza. Y a defender al Presidente y a la Vicepresidenta. Ahora más que ayer, carajo».
El gobierno dio la lista de los vacunados en el Ministerio y en el Hospital Posadas. En muchos casos, la mayoría, son la nueva oficialidad de la Rosales. Incluye a la fórmula del peronismo del 2015 Scioli-Zannini. Generoso el candidato a vicepresidente de entonces incluye a su mujer. La familia del ex presidente Eduardo Duhalde, su mujer Hilda González, varias veces legisladora, dos de sus hijas e incluso su secretario Carlos Mao. La ex pareja presidencial suele pasearse por los canales con un discurso moralizante. Entre otros beneficiados figura un amigo de Nestor Kirchner y Cristina Fernández como Jorge Devoto. También el ex intendente Hugo Curto, o un peronista longevo como Lorenzo Pepe.
Habrá muchas más listas de la oficialidad actual de la Rosales que atraviesan transversalmente a la dirigencia política y económica . Si el naufragio permite un nuevo punto de partida para jerarquizar el accionar político, el costo actual será la semilla de un beneficio futuro.
Lo de Nisman fue fuego enemigo. En este conflicto larvado pero claro que atraviesa la sociedad argentina, es ilógicamente lógico, valga el oxímoron.
Lo del denominado vacunatorio vip es fuego amigo. El fuego enemigo es tan intenso y persistente que sumar el fuego amigo es suicida. Tal vez hay que recordar una anécdota histórica muy conocida: Cuando Napoleón ordenó en 1804 el asesinato de Luis Antonio de Borbón, duque de Enghien, sus ministros se escandalizaron. Era un crimen, dijeron: Enghien estaba indefenso y las fuentes que lo vinculaban a una conspiración realista carecían de fundamento. Joseph Fouché, ministro de la Policía, corrigió a sus compañeros de gabinete con esta frase: Es peor que un crimen, es un error. Efectivamente fue un error: en las cancillerías europeas resucitaron los peores fantasmas de la Revolución francesa, aumentaron los apoyos a los realistas y se provocó la guerra con Rusia.
De aquí en más está prohibido hacerse goles en contra. En un momento en que el gobierno está acorralado por lo que originó el fuego amigo, e intensifica el bombardeo el fuego enemigo, hay que adaptar una vieja consigna de un revolucionario ruso: “Contra las debilidades y flaquezas del gobierno, defensa incondicional del gobierno”.
Más allá de la multiplicación de interpretaciones sobre lo ocurrido y lo que seguirá ocurriendo en las próximas semanas, tal vez el análisis más preciso lo dio Albert Einstein hace muchas décadas: «Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo».