Las cifras irritan los ojos. Los que conocimos otro país, nos preguntamos cómo de una Argentina con un dígito de pobreza y desocupación, pasamos en un poco más de cuatro décadas a más de 40% de pobreza y a dos dígitos de desocupación. La indigencia prácticamente desconocida en aquel entonces, hoy se mide en varios millones de afectados, llegando en la Capital Federal, el distrito más rico, a superar los 80.000 ciudadanos. Cómo se pasó de un país con niveles cercanos o asimilables a los actuales índices de los países nórdicos, a uno con parámetros africanos. Cómo un país que tiene hoy un PBI per cápita equivalente al de 1974, con una desigualdad apabullante donde proliferan las villas miseria rodeando barrios cerrados. En la expresión del economista e historiador radical Pablo Gerchunoff: “La homogeneidad social perdida ha cedido su lugar a una “sociedad archipiélago”, algunas de cuyas islas sociales apenas se rozan y tienen cada vez menos un lenguaje común”. Un latiguillo posiblemente erróneo es aquel que con la actual estructura agraria con predominio de la sojización se puede producir alimentos para 400 millones de habitantes. La realidad es que hoy se ve el rostro del hambre en millones de compatriotas. En la caída se pasó de tener 43.000 kilómetros de vías férreas a explotar alrededor de tan solo 15.000; de contar con la quinta flota mercante a carecer de ella; de fabricar aviones a considerar hoy esa posibilidad como una ilusión. Ha habido un proceso de destrucción bélica sin guerra, donde sobreviven en una exteriorización de resistencia y heroísmo, una salud pública precarizada pero aún eficiente, una educación pública deteriorada pero superior a la de muchos otros países, una ciencia avasallada pero que lucha y consuma milagros, un factor humano que ha sido atropellado en incontables oportunidades, pero que aun así existen islas de alta capacitación.
¿Cómo se explica semejante retroceso? ¿Es Argentina un país suicida? ¿Es posible que ninguna receta termine con una inflación exótica o que se tropiece inexorablemente con la restricción externa? Nuestro país ¿tiene clase dominante pero carece de clase dirigente? Hacia allá vamos.
Paradojalmente, el país muy injusto en el que vivimos tiene frente al Palacio de Justicia donde esta el máximo tribunal, a la Plaza Lavalle. No lleva el nombre de Dorrego. La justicia mira entonces a su frente la estatua del fusilador y no del fusilado. Todo un símbolo.
En los orígenes fue el enfrentamiento de quienes tenían un proyecto de Patria Grande y los que sostenían un modelo portuario y chico. San Martín, Belgrano, Artigas, Castelli, Güemes entre otros patriotas, se alineaban entre los primeros; y Rivadavia, Manuel García, Alvear entre los segundos. La conformación de una estructura económica vinculada a la explotación agropecuaria y necesariamente a la importación de casi todo, y la derivada de los servicios y artesanías surgido para abastecer la mina de Potosí, dieron lugar a la gestación económica de los dos proyectos: el norte como posible embrión de un desarrollo industrial encarnado por los caudillos como El Chacho Peñaloza y Felipe Varela; mientras la explotación agropecuaria con la provincia de Buenos Aires como abanderada, con lo que luego fue el territorio capitalino, y las provincias como Santa Fe y Entre Ríos con producciones similares. La guerra civil que duró 60 años tenía como principal motivo económico las rentas de la aduana de Buenos Aires que era apropiada por ésta. La conformación del bloque dominante y triunfador integrado por los hacendados y comerciantes importadores de Buenos Aires, tenían sin embargo políticas diferenciadas con relación a las provincias norteñas. Los hacendados cuya expresión más nacional fue Rosas, se negaban a nacionalizar la renta pero protegía con la ley de aduana de 1835 de la competencia e invasión de productos de la Revolución Industrial Inglesa. Los comerciantes con Mitre a la cabeza hicieron una destrucción criminal para allanar el camino a los productos importados de Inglaterra, operó con un sadismo extremo expresado en sus coroneles como Sandes, Paunero, Irrazábal. Mitre fue el ideólogo y ejecutor donde coincidían los intereses ingleses y de los importadores porteños. El mismo que con ese objetivo comandó los ejércitos de la corona portuguesa asentada en Brasil, de los comerciantes del puerto de Buenos Aires y de Montevideo para arrasar después de cuatro años al Paraguay de los López, el país más desarrollado del siglo XIX en América Latina. Fue un genocidio encabezado por el fundador del diario La Nación.
El conflicto de dos proyectos se define en Pavón en 1861, el mismo año que comienza la guerra civil norteamericana, que concluiría con el triunfo del norte industrial, en sólo 4 años. Aquí en el Sur, triunfa el Sur, y allá en el Norte triunfa el Norte y eso predeterminará el devenir posterior entre un país desarrollado y otro subdesarrollado, o en términos políticos entre un país imperialista y una semicolonia. De 1861 a 1880 continúo una cacería en donde los perseguidores son los que representan los mismos intereses que más de un siglo después, cubrirían de campos de concentración el territorio nacional con la misma ferocidad y criminalidad que preanunciaban en el siglo XIX.
Se consolida el modelo de economía primaria exportadora dependiente de Gran Bretaña de donde se importa todo lo industrializado. La oligarquía diseña un país pequeño pero imponente. Celebra el Centenario construyendo desde el Teatro Colón al Palacio del Congreso y tres años después la París del Sur, la mayor urbe entonces del hemisferio sur, inaugura la línea A del subterráneo. Un país con importante PBI, vacas gordas y obreros flacos, como quedó reflejado en 1904, en el informe sobre el Estado de las Clases Obreras en el interior de la República que investigó y escribió el catalán Juan Bialet Massé, en casi 1500 páginas.
Se conformó una clase dominante pero no dirigente, rentista y ausente que derrocha recursos tirando manteca al techo en la capital de Francia, donde se hace popular la expresión “tan rico como un argentino”. Pero el país planificado desde Londres necesitaba servicios donde se insertan muchos de los tres millones de inmigrantes que arriban al país entre 1880 y 1914. En el censo de 1914, los inmigrantes representaban el 30% de la población total del país, el 60% de los habitantes de Buenos Aires y en Rosario llegaban al 47%.
Se fue creando una clase media cuya expresión fue el radicalismo Yrigoyenista que constituyó la primera anomalía necesaria pero no deseada en el modelo oligárquico. Fue el primer movimiento nacional y popular del siglo XX que despertó odios y resquemores. Pero no alteraba sustancialmente la matriz económica. Durante las crisis del capitalismo (primera guerra mundial y luego la crisis de 1929) fue naciendo una industria de sustitución de importaciones en donde se fueron insertando como obreros fundamentalmente los descendientes de los derrotados de las guerras civiles del siglo XIX. En el vientre del modelo de economía primaria exportadora estaba naciendo un modelo alternativo, heredero de aquel embrionario y aplastado 50 años atrás. La neutralidad argentina en la primera y segunda guerra mundiales creo el clima propicio para el nuevo desarrollo y el intento de romper esa neutralidad indujo al golpe del 4 de junio de 1943, en donde un ignoto coronel desde la Secretaria de Trabajo y Previsión empezó a poner los cimientos de un segundo movimiento nacional y popular mucho más transgresor y profundo. Desde las entrañas del viejo país, los descendientes de los derrotados y excluidos transformados en obreros, se movilizaron un caluroso día de octubre, rescataron a Perón y metieron las patas en la fuente como bautismo de nacimiento de un nuevo país. Se consolidaba el modelo de sustitución de importaciones del que el peronismo sería su expresión política y donde la industria satisfacía el mercado interno, incluyendo en muchos casos insumos importados, en donde se transferían fondos de los sectores agropecuarios a los industriales, los trabajadores incrementaban considerablemente su participación en el PBI, se reconocían y se disfrutaban de nuevos derechos, se accedía a una salud pública de excelencia, se ampliaba la educación pública, se accedía a las vacaciones pagas y Mar del Plata se llenaba de hoteles sindicales. Se construían miles y miles de casas y departamentos para los sectores populares con criterios y confort de clase media alta. Evita lo sintetizaba en una frase que en sí misma en una enciclopedia de sociología: “Donde hay una necesidad hay un derecho”. Se estaba creando la sociedad más igualitaria del continente con una enorme movilidad social ascendente.
El poder económico aprovechando errores del peronismo hacia la clase media y su alienación ideológica, la asoció a sus proyectos golpistas y con un sector de las fuerzas armadas derrocaron a Perón, previamente dos meses antes se bombardeó Plaza de Mayo, y se inició el proceso de desmantelamiento del modelo más novato. Proscripciones, fusilamientos, persecuciones. Así se sucedió el golpe de 1966, el retorno y tercer gobierno peronista, la muerte de Perón, el gobierno de Isabel y el Rodrigazo, éste como punto de partida de un retroceso profundo sobre la que se enanca la hipótesis que pretendo sostener.
Ninguno de los dos proyectos logra obtener una victoria definitiva sobre el otro. Pero por puntos, habiendo infringido varios golpes de nocaut, el modelo agro-extractivo-exportador atravesado desde la dictadura por el de valorización financiera gana ampliamente. Y posiblemente ahí puede radicar la explicación de haber pasado de índices económicos y sociales nórdicos a otros africanos en sólo 45 años.
La destrucción que se produjo desde la Revolución Fusiladora, la autodenominada Revolución Argentina, el Rodrigazo, la dictadura establishment militar, el menemismo, la alianza y el macrismo, sólo pudo repararse parcialmente durante las contradicciones y los intentos modernizadores del frondicismo, la política económica defensiva del radicalismo de Illia, los dos primeros años del Alfonsinismo, en los tumultuosos dos años del duhaldismo y los 12 de kirchnerismo. En la misma línea, el intento de Alberto Fernández ha tropezado con el cisne negro de la pandemia y su notable efecto destructivo sumado al desmantelamiento estructural del macrismo.
Una oposición inepta, mezquina, mentirosa, que parece aliada al COVID 19, disminuye hasta el absurdo el efecto de la pandemia que ha provocado más de 500 millones de desocupados en el mundo, más de 100 millones de nuevos hambrientos en el planeta, millones de empresas cerradas, casi tres millones de muertos, ciento veinticuatro millones de infectados, la caída más importante del PBI de Inglaterra en tres siglos, y que EEUU haya emitido en un solo mes, junio del 2020, más que en 200 años para combatir la crisis financiera.
Volviendo a la Argentina, la hipótesis es que lo que destruye y excluye el modelo primario exportador-extractivo mixturado con el de valorización financiera, no puede ser reparado por el modelo de sustitución de importaciones. De manera que cada vez que un gobierno populista accede al gobierno parte de un nivel más bajo, con más desigualdad, más pobres, índices más reducidos de la capacidad productiva industrial, con un nivel de endeudamiento acrecentado superlativamente.
Por lo tanto, lo que el sociólogo Juan Carlos Portantiero calificó de empate hegemónico sólo puede considerarse así porque ninguno de los modelos se ha impuesto definitivamente como parecía que se había concretado entre 1880 y 1930, pero por puntos hay un triunfo categórico del modelo ganador de la guerra civil del siglo XIX.
El sociólogo Agustín Salvia lo expresa con otro lenguaje de la siguiente forma: “Es un empate hegemónico en que distintas coaliciones políticas no logran imponer su proyecto, pero logran impedir que el otro desarrolle el suyo”.
Esto desde el punto económico se ha expresado en los ciclos económicos con una denominación en inglés: stop and go. Expansión y recesión. Los procesos de fuerte actividad económica tienen un límite que es la recesión externa, cuando las divisas que se obtienen de la producción agropecuaria no alcanzan para importar los insumos industriales y/o para la amortización de la deuda externa. En palabras de Gerchunoff: “El nuevo go fue cada tanto una esperanza fundacional; el nuevo stop una crueldad social”.
El autor de esta nota apoya a los gobiernos nacionales y populares aquí y en América Latina desde hace 55 años. Lo hace conociendo sus errores y sus límites. El problema se acrecienta porque cada experiencia tiene el techo más bajo y se parte de un sótano más profundo. Por lo tanto, no es posible hacer un simple plagio de experiencias anteriores ni suponer que volviendo a lo mejor del proyecto se podrá superar tantos años de retrocesos. Por otro lado, no se puede tener indulgencia con situaciones estructurales que de haber sido hechas no hubieran podido ser destruidas por los gobiernos neoliberales que actúan como mangas de langostas. Que a 20 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, no haya agua potable ni cloacas, significa que por ahí no sólo no pasó o se extravió el peronismo sino siquiera la Revolución Francesa. Si alguien no tiene una canilla en su casa o si tiene la canilla pero no tiene agua, se vive en el siglo XVIII. Pero el salto de tres siglos que hay que dar en esos lugares, multiplicados por miles en todo el país, masificando las conexiones de Internet, celulares y computadoras individuales. Hoy no tener Internet es el equivalente a carecer de electricidad hace décadas.
Evita sostenía que el rico cuando piensa en el pobre, piensa en pobre. Los gobiernos nacionales y populares cuando piensan en el país futuro, cada vez lo imaginan inconscientemente más pequeño. Mucha Fundación Eva Perón y mucho menos desarrollo. Cada vez más pobres y cada vez menos posibilidades de trabajo.
La matriz productiva del modelo de sustitución de importaciones es un punto de partida imprescindible, pero nunca una bandera de llegada en el siglo XXI. Si hemos podido fabricar satélites, radares y reactores nucleares, la inversión en Ciencia y Tecnología debe ser superlativa, para ampliar la matriz productiva esencialmente primaria y extractiva (y encima esta última es un saqueo)
Muchos científicos y Página 12, celebraron como un notable avance que la Cámara de Diputados de la Nación sancionara el proyecto de Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación que tiene por objeto establecer el incremento progresivo y sostenido del presupuesto nacional destinado a la ciencia y la tecnología hasta alcanzar, en el año 2032, como mínimo, una participación del 1% del Producto Bruto Interno (PBI) de cada año. El proyecto obtuvo 189 votos afirmativos, cero negativos y dos abstenciones, y deberá ser debatido en el Senado para su sanción definitiva. Es decir que en 10 años pasaremos de 0,28% al 1%.
¿Mucho? ¿Poco? Si un país exporta hoy un tractor y en 10 años exporta 5, el salto porcentual es enorme pero la cantidad de tractores exportados es ínfima. Eso es lo que sucede con el salto en Ciencia y Tecnología, nada menos, que en una década. Pero no comparemos con países que han avanzado económicamente en forma notable, como Corea del Sur que destina 4,29% del PBI, ni Israel con 4,10%. Tomemos países que han pasado y aún pasan crisis descomunales como Grecia que destina el 0,83% de su PBI a Ciencia y Tecnología, Túnez 0,68%, Bulgaria 0,65%, Tailandia 0,39%, según datos de la UNESCO.
Si los planos son de un país pequeño, lo que se construya no puede ser algo grande.
Con una enorme visión de futuro, Sarmiento pensó los bosques de Palermo (Parque Tres de Febrero) en el siglo XIX, el cual con muchas amputaciones inmobiliarias, los porteños lo disfrutan en el siglo XXI.
El modelo agropecuario-extractivo de valorización financiera es inviable. Alfredo Martínez de Hoz expresó cuando era Ministro de Economía una ecuación entre vacas y población: había que llegar a alcanzar la relación de cuatro vacas por habitante. A contrario sensu había que reducir el número de habitantes. Es un modelo que sólo cierra con una población considerablemente menor. Eso implicaría inducir al exilio a millones de argentinos o una isla de quince millones de argentinos con 30 millones de excluidos. No es viable.
El país pequeño o mejor dicho reducido a pequeño, debe ser pensado y programado en grande, retomando la bandera de los héroes del siglo XIX, y los grandes políticos del siglo XX. La Argentina no es un país suicida. No se puede vivir tropezando con las mismas piedras. Por ejemplo hay que replantear las variadas recetas sobre la inflación; ninguna y todas en conjunto son convincentes para explicar un fenómeno exótico ahora en el mundo y perenne en la Argentina. Ni la emisión monetaria como única causa que le atribuyen los ortodoxos, ni la puja de intereses de los heterodoxos porque conflictos de intereses, la lucha de clases, la tienen todas las sociedades. Ni la concentración de la economía, que no es un fenómeno exclusivamente argentino, ni el exportar lo que habitualmente se consume, ya que la soja en general no es comestible. Hay que abordar el problema con una amplitud mental que hasta ahora se ha carecido. La restricción externa es consecuencia de una estructura económica desequilibrada, pero darle nombre a un problema harto repetido, y seguir cíclicamente padeciéndolo, no es un comportamiento inteligente. Es cierto que nuestro país tiene clase dominante pero no clase dirigente, con un comportamiento voraz hacia las utilidades rápidas. Hay que tener un estado eficiente para sustituir una burguesía nacional muy débil y alienada a ideologías suicidas.
Las expectativas despertadas por el advenimiento de la democracia, trajo muchos alivios y fracasos estrepitosos. Fue una falacia que con “la democracia se come, se educa y se cura”. La democracia es la cancha y depende del equipo que juegue consolidará un país o una colonia. Pero lo cierto es que de los 4 puntos de pobreza de 1974, la dictadura establishment-militar la llevó a 12%, la crisis del 2001 al 54%, el kirchnerismo en su mejor guarismo la bajó a un 22% y al entregar el gobierno rondaba alrededor de un 27%, el macrismo lo llevó al 35% y actualmente supera el 40%. Pero entre los menores, 6 de cada 10 son pobres. No son meramente números, sino una tragedia
Entre el país inviable y el país pequeño, debe conformarse un país con horizonte y futuro.
No será fácil. Pero más difícil es vivir en un país que vegeta en la decadencia.