La activista sueca Greta Thunberg partió en un velero ecológico desde Inglaterra hacia Nueva York, una escala previa a la cumbre climática que se celebrará en Santiago en diciembre. El periodista Martín De Ambrosio analizó la compleja situación que enfrenta el mundo, afirmó que «la acción de los jóvenes puede renovar mediáticamente el reclamo».
La iniciativa de Greta Thunberg, la joven activista sueca de 16 años que literalmente se embarcó para participar de la conferencia climática de la ONU en Nueva York, ha puesto a los jóvenes al frente del reclamo por el calentamiento global. «Siempre que hablamos de cambio climático hablamos de sequías o catástrofes naturales. En cambio, la acción de los jóvenes puede renovar mediáticamente el reclamo. En los hechos en sí, no sé cuánto puede modificar la situación».
La situación ambiental se devela tan dramática que Greta resolvió seguir su travesía hacia Chile, donde en diciembre se llevará adelante la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP25). «En Santiago deberían ultimarse todos los detalles del Acuerdo de París firmado en 2015. Las negociaciones finas pasarán por los recambios tecnológicos y por que no se sigan emitiendo gases de efecto invernadero. Son decisiones engorrosas. Hay miles de instancia de negociación y cuerpos deliberativos, más allá de un contexto internacional complicado, donde Europa está con la salida de Angela Merkel como mandamás y la emergencia de liderazgos de derecha», dijo el autor del libro Todo lo que necesitás saber sobre el cambio climático.
Las negociaciones que tendrán lugar en la capital chilena, destacó De Ambrosio, deberán atender necesariamente a los serios riesgos a los que se enfrenta el planeta. «Se supone que vamos a aumentar entre 1,5 y 2 grados para mitad de siglo. En el hemisferio norte estos cambios son más pronunciados. Pero no es solo aumento de la temperatura; es la pérdida de biodiversidad, sequías prolongadas, el cambio de las lluvias. En el África subsahariana hay cada vez mayores sequías. El Acuerdo de París, a diferencia del Protocolo de Kioto, estipula que cada país propone el nivel de reducción que va a hacer, es decir, deja en manos de cada país este esfuerzo y torna complejo chequear que cada país haga lo que dice que va a hacer», apuntó.
De Ambrosio lamentó que muchos países se mostraran indiferentes o impotentes ante las soluciones a aplicar, y se mostró pesimista por el futuro ambiental.