En la historia argentina, pocas fechas son tan importantes y unificadoras como lo es el 9 de Julio, el Día de la Independencia. Pero este 2020, atravesado por la pandemia del Covid-19, fue un 9 de julio diferente, triste, violento. En todo el país se convocaron marchas bajo diferentes lemas, pero con común denominador: marcar una posición contraria a la del Gobierno Nacional.
En la Ciudad de Buenos Aires, la manifestación fue convocada en el Obelisco, en la intercepción de la Av Corrientes, y la Av 9 de Julio, justo en la esquina donde vive quien escribe esta crónica. Y a ese lugar, desde las 15 horas fueron llegando decenas de personas. El banderazo federal en defensa de la libertad, como muchos denominaban a la marcha, no tardó en mostrar sus dientes.
A las 16.50, pude ver los colmillos del leviatán. Desde la venta de mi departamento, observo como una turba enardecida golpea e insulta al equipo de exteriores del canal de noticias C5N, quienes tienen que refugiarse en el móvil y salir raudamente, no sin sufrir daños en el vehículo. Quienes reclamaban libertad, ahora gritan exultantes porque hay un canal menos de TV transmitiendo lo que ellos tienen que decir.
#LoUltimo Gravísimo ataque a la libertad de expresión por parte de manifestantes anticuarentena en el obelisco. Atacaron un camión de @C5N.
Vídeo de @asenjo88 corresponsal de #La770. pic.twitter.com/CtdHmCHZoy— La 770 🏠 (@r_cooperativa) July 9, 2020
Pero lo peor, al menos desde mi vivencia, estaba por venir. A penas 10 minutos después, veo nuevamente desde mi ventana, la misma turba hacía que el leviatán ahora muestre su mandíbula. En medio de la confusión, veo a Ezequiel Guazzora, de Comunicación Popular, a quien no conocía personalmente y con quien nuca había tenido contacto, corriendo por la Av. Corrientes, desde Cerrito, hacia Libertad, en medio de patadas, trompadas, escupitajos (hoy por hoy devenidos en un arma química) e insultos, hasta que logra encontrar refugio en un quiosco.
En ese momento, decido bajar. Al llegar a la calle, y pararme frente al quiosco, veo un grupo de personas gritar insultar y lanzar amenazas de todo tipo, incluso algunas muy oscuras. Logro escabullirme y entrar al negocio. Ezequiel Guazzora, estaba al fondo, con la mano lastimada y un fuerte dolor en el tórax producto de las patadas que había recibido. Afuera la gente ya no distinguía quien era quien, y la broca era contra todos los que estábamos en el quiosco. Éramos en total 6 personas: un empleado del comercio, dos reporteros gráficos, Guazzora y su camarógrafo y yo.
Para evitar que la situación se siga desbandando, y con empujones de por medio, logramos bajar la persiana del lugar. Pero afuera, los defensores de la libertad, seguían golpeando e insultando. Asustado, el empleado del local, llama a la policía. Cerca de las 17.20, se acercan al lugar varios efectivos de la Fuerza de Seguridad de la Ciudad. Ellos nos dicen que no hay forma de salir, por el acceso que da a la Av. Corrientes. A esta hora, las opciones son dos, una es esperar (vaya uno a saber cuánto tiempo) que los ánimos se tranquilicen, o bien buscar la posibilidad de salir por una calle trasera (en este caso por Diagonal Norte).
Todos coincidimos en que la mejor opción, es la segunda, pero la falta de unas llaves hace que todo se demore. En ese momento, y mientras el empleado del quiosco descubre que le habían robado mercadería, llega una ambulancia del SAME, para constatar el estado de salud de Guazzora. Afortunamente, no hay lesiones de consideración.
La noticia seguía transcurriendo, y logramos entablar contacto con Radio Cooperativa, para contar en directo lo que estaba ocurriendo. Pablo Mercau, conductor de Puro Contenido, pudo charlar con Guazzora y escuchar su relato.
Finalmente, a las 17.45, la policía logra ubicar dos patrulleros sobre Diagonal Norte, y ya con la dichosa llave que en su momento demoro todo en mano, nos dispusimos a salir. Habidos de hacer “justicia” y tener «un país más libre» advierten el movimiento y salen disparados hacia la parte trasera del local. Pero por suerte, el camino que ellos tienen que hacer es un poco más largo que el nuestro.
Logramos llegar a los dos patrulleros, cuando los primeros manifestantes estaban dando la vuelta. Arriba de un patrullero, entre sirenas e insultos, pudimos salir, sintiendo que los que cometíamos un delito éramos nosotros.
Será la justicia, la encargada ahora de encontrar a los responsables de esta agresión y juzgarlos. Si verdaderamente queremos un país más justo y más libre, las agresiones a los periodistas tienen que ser condenadas por todos los sectores. Pero por sobre todas las cosas tienen que ser remedidas con una justicia imparcial, que ponga a los violentos en el lugar que tienen que estar.